No ha pasado tanto tiempo desde que se compraron dos pizzas en Jacksonville por 10.000 bitcoines. Lo que en aquel primer momento de la moneda digital eran en torno a 30 dólares al cambio, ahora serían más de 300 millones de dólares. De todas formas, tampoco podríamos asegurar cuánto sería a día de hoy, debido a las continuas variaciones de capitalización, en parte por la famosa retirada de Elon Musk del pago con la criptomoneda en Tesla y la huella de carbono que esta genera.
“Cuando en 2008 Satoshi publicó la visión de una moneda digital y descentralizada, basada en el blockchain, parece que no pensó del todo en la deriva energética de la misma”
En este sentido, se han publicado varios estudios últimamente, con diversas cifras de consumo energético de bitcóin, que coinciden en las elevadas cantidades de electricidad que necesita esta moneda digital para operar. Sin embargo, cuando en 2008 Satoshi, pseudónimo del creador(es) secreto(s) de bitcóin, publicó la visión de una moneda digital y descentralizada, basada en la tecnología de cadena de bloques (blockchain), parece que no pensó del todo en la deriva energética de la misma.
Pero ¿cómo funciona? En el sistema de la criptomoneda en vez de utilizar un tercero de confianza, como tradicionalmente hacen los bancos, los participantes de la red validan las transacciones y garantizan la integridad del sistema a través de la administración descentralizada de un protocolo de datos. La tecnología de cadena de bloques que lo soporta va generando un libro de contabilidad digital de todas las transacciones de bitcoines, diseñado de esta manera para garantizar que los usuarios no puedan “gastar dos veces” los fondos.
Cada bloque que se agrega a la cadena lleva una referencia criptográfica compleja. Este método seguro utiliza un mecanismo de consenso de prueba de trabajo para evitar el doble gasto y una manipulación indebida de las transacciones. La validación de propiedad y transacciones se basa en acertijos de búsqueda de funciones hash. Estos deben ser resueltos por participantes (mineros) de la red para agregar bloques válidos a la cadena por fuerza bruta en computación.
Pero ellos no ejecutan esta operación de forma gratuita. Un incentivo clave del modelo de bitcóin es la promesa de ser recompensado con algunos bitcoines si se logra resolver el complejo algoritmo de hash. Y ese es el quid de la cuestión energética, que resulta que tampoco es gratuita para nuestro planeta.

Una operación que le sale cara al planeta
El índice de consumo de electricidad de bitcóin, una herramienta que emplean algunos investigadores de la Universidad de Cambridge, muestra una cifra mucho mayor de 116 TWh, más que el consumo energético anual total de los Países Bajos. Esta aproximación podría ser mucho mayor si tenemos en cuenta la localización de dónde se consume la electricidad.
“El consumo de electricidad de la minería de bitcóin alcanzará aproximadamente 400 TWh para 2100, aproximadamente el 2 % del consumo de electricidad mundial actual”
El problema es que el diseño actual de bitcóin nunca puede mejorar, ya que es probable que consuma cada vez más electricidad con el tiempo debido a ese mecanismo de prueba de trabajo. Realmente no importa si hay máquinas nuevas y más eficientes minando, tal como ha pasado con las cuatro generaciones de ordenadores anteriores, o si se enfrían en centros de datos de Islandia.
“Cuanto más exitoso sea bitcóin, más alto será el precio de la criptomoneda y cuanto más alto sea el precio, más competencia por la moneda digital; y por lo tanto, más energía se gastará”
Fuente: SINC | Carlos Juiz y Belén Bermejo.